viernes, febrero 16, 2007

 

Prosperito

Siempre hay algo feo en ir a un cumpleaños de alguien que no se conoce. Siempre hay algo de incomodidad, más alla de las personas con las que vas, más alla del alcohol. Y siempre me imagino que voy a llegar y va a haber una mesa ovalada con chicas con vestidos de telas leves de 10 cm por abajo de la rodilla y chabones...
De chico era peor, de chico era muy tímido y los demás niños no; sobre todo si no eran amigos mios, sobre todo si no los conocía, si eran hermanos de amigas de mi hermana, como Prosperito.
Ese fué el peor cumpleaños al que alguna vez fuí. En ese cumpleaños estábamos nosotros de 6 años y también había chicos más grandes, de 11 años, que iban al gimnasio, se cortaban el pelo corto y se culiaban todas las minas. En esa fiesta, yo, como Prosperito y sus comañeros que teníamos 6 años, eramos los presos y los chicos de 11 los carceleros. O era peor. Por ejemplo: Nos subían a sus hombros y nos hacáan pelearnos entre nosotros, así en la altura, y la distancia la medían ellos (muchos años despues descubriría que una de las cosas más importantes en un combate a golpes de puño es la distancia que se guarda con el oponente) y así nos acercaban y nos alejaban haciéndonos golpear y odiarnos entre nosotros.
En ese mismo cumpleaños, las mesas que tenían los chizitos, palitos y esas cosas habían sido vaciados por estos niños de 11; y mientras yo caminaba por ahí tratando de disimular que no conocía a nadie y que no tenía nada para hacer -ni siquiera comer- me acerqué a un grupo de niños, de estos grandes, que tenían un bol con chizitos y saqué un par, (todavía no entiendo como pude ser tan valiente a veces, digo, habiendo tenido tanto miedo de todo) - ¡Abuuuso!- me gritaron.
Más adelante, cuando Prosperito empezó a ir a mi casa la cosa no era tan mala; él hacía piruetas y yo miraba, y también tomabamos la leche.
Mi mamá me llevaba a esos cumpleaños horrendos en los que la pasaba para la mierda pero después se hubiera horrorizado de enterarse que más grande, 10 años más grande, en todos los cumpleaños nos emborrachábamos y era hermoso. Nunca me hubiera dejado ir.

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