quiero vivir de alquileres

Tomar el ómnibus para ir del centro a Yerba Buena es toda una cosa. Primero que no sé si cuando llegue al Cristo se va a empezar a elevar (a despegar) y la gente va a empezar a gritar y a ponerse nerviosa, y esos viejos que aman la tecnología van a empezar a decir: “¡que maravilloso!”, “maravilloso”. Un colectivo despegando es algo realmente aterrador, de pronto toda esa masa de hierros de eleva, las ruedas empiezan a colgar y al ratito uno comienza a imaginarse el aterrizaje. Es horrible.
La primera vez que me pasó yo ni siquiera sabía que los colectivos ya volaban. Nos acercábamos al Cristo, que parece ser el punto en el que se empiezan a elevar, y sin siquiera haber tomado velocidad suficiente, el montón de chapa se elevó como impulsado por que sé yo.
El trayecto que se hace volando no es tanto, unos tres kilómetros cuando más; pero cuando hay que bajar es lo peor de lo peor. Uno piensa: “¿y como va a bajar todo este montón de chapa sin caer a toda velocidad y estrellarse contra el suelo?”. No se cómo hace, pero el colectivo aterriza y sin mayores problemas; a veces golpea el guardabarros o se abollan algunas chapas, pero nada grave.
Apenas uno baja se encuentra con el pelotero o lugar ese para que jueguen los niños. Y ahí nomás hay que tirarse al suelo y empezar a arrastrarse como en el ejército bajo unas cintas de razo blanco. Cuado uno está pasando por la primeras cintas comienzan las más de 10 ametralladoras MG42 de la segunda guerra a tirar sin parar, y uno sabe que son balas de verdad y piensa: “¡Como puede ser que hagan a los niños divertirse con esto!”. Después de pasar todo el trayecto cuerpo a tierra uno llega a una especie de alfombra y ahí te dan -parece broma- una especie de fusil automático (pequeña ametralladora) pero que dispara balas de plástico con un alcance de no más de 2 metros que no causan ningún daño; y en realidad eso está bien, porque lo que hay que hacer es tirarle a unos payasos que tiene unas latitas de picadillo vacías con papel celofán atadas al cuerpo, de manera que si uno acierta a la latita la bala de plástico rompe el celofán y el payaso es herido.
Es divertido. Pero es muy estresante saber que están esas ametralladoras disparando ahí al lado tuyo y que pueden herir o matar a alguien. Herir o matar a alguno de los que viven en el centro y que siguen llegando en colectivo.

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