lunes, mayo 15, 2006

 

Zalacaín el aventurero 1

Una nota sobre la nueva ola consumista española que me envió un amigo comienza haciendo referencia a los españoles austeros y ahorrativos de antes que describía su propia literatura. Esto me recuerda a una época en que leía Pío Baroja, un escritor español de principio de siglo. Digo una época porque fue durante unos meses que leí unas tres o cuatro novelas.
A este tipo de literatura, en algún sentido, la considero como esencial y pura.
Y esto me recuerda que mientras leía me sentía extrañamente cómodo, tal vez porque había una referencia a la vida seca, un poco oscura, incluso en una novela de aventura que leí. Había también un acercamiento a momentos como el desayuno, al almuerzo, que en una sociedad pobre me imagino que son momentos importantes, lo que se está consumiendo en una comida representa tal vez el esfuerzo o la suerte de un todo un día o varios.
Desde que salí del secundario tuve la idea de la vida ideal como algo oscuro, seco y rutinario, pero apacible. Me imaginaba sin trabajar, levantándome a eso de las 9 de la mañana, preparándome el desayuno de la forma que más me gustara, disfrutando de la mañana, del sol o de la lluvia, lo que hubiera, sentándome en algún sillón de cuero de esos viejos y grandes a leer hasta la hora de la comida. Después pensaba en tomar un café y seguir leyendo. No imaginaba casi ninguna actividad fuera de la casa, ni sentía la necesidad de sentir que hacía o me pasaban cosas, tampoco el deseo de que mis día fueran diferentes. Otro cosa importante es que me imaginaba solo, sin compañía, ni siquiera casuales. Me imaginaba con un aspecto adulto, con ropa siempre igual y con comodidad económica.
Durante toda esa época que deseaba mi vida adulta así, sufría mucha angustia pensando en que debía hacer o estudiar. Era lo que más me preocupaba. Muy a menudo hablaba con la gente acerca de esta angustia, y entonces me hacía esas preguntas que está muy bien hacerse: “¿que querés hacer?” “¿que te imaginás haciendo?”. No me acuerdo bien que respondía pero le daba vueltas al tema sin entender nada. Ahora que recuerdo, la respuesta a esas preguntas es eso que estoy contando ahora (en ese momento ni lo sospechaba), quería: no trabajar, levantarme más o menos temprano, desayunar, sentarme, leer, estar solo, comer, hacer las tareas de la casa, tal vez ir a la biblioteca y leer, y descansar y tomar café,...y nada más, nada más, y así el resto de mis días, día tras día.
Lo mejor de esto, de querer esto, era que si bien eso de no trabajar y llevar una vida tranquila es muy apetecible por cualquiera, cuando yo imaginaba mi vida ideal, o cuando hacia referencia casualmente a eso, me daba cuenta que para todos era algo horroroso, lo relacionaban con una condena, con algo terriblemente tedioso, aburrido, hasta como una renuncia a la vida (quien sabe si no es eso); y significaba que si nadie deseaba eso entonces iba a ser un bien fácil de encontrar, por el que no iba a tener que luchar mucho para conseguirlo.
Eso de no luchar iba muy bien con mi idea de vida.
(continuará)

Comments:
Aunque lógicamente mi opinión no te importara nada porque no me conocés (o quizás algo sí precisamente por eso), comparto tu opinión sobre Pío Baroja, y tu propio retrato (no sé si intencionado o no) sobre uno de sus más logrados personajes (incluso más que el que pone título a tus líneas)al que te asemejás en lo que contás, Andrés Hurtado.
Quizás no seas el único con esas ambiciones (jaja así que aumenta la demanda pero como en general odiaremos la lucha alcanzaremos un acuerdo sin tener que convertirnos en tortugas con nombre de genios del Renacimiento...)
Enhorabuena por el globo o bolo o blogo o ésto vamos.
 
mira creo que no lei ninguna novela con ese personaje, pero voy a buscar...o si me podés dar una mano...o ya le pregunto al internet...aunque sus respuestas son frias, frias como el gabinete del cpu que ahora me roza el brazo porque achicaron el espacio de la oficina.
adios
 
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